
NORMAN BARRANTES
El sueño de Norman fue ser boyero desde sus 12 años. Se considera boyero profesional en Tierra Morena.
PLÁCIDO SEGURA
Nativo de San Rafael de Heredia, Plácido Segura lleva 40 años viviendo en Guápiles, y desde 1997 participa en todos los desfiles de boyeros de San José. Hace unos años, le mataron sus bueyes justo antes del desfile, así que participó él solo, con el yugo al hombro, para demostrar que las adversidades no pueden contra su pasión
FAMILIA PICADO
La familia Picado, de la zona de Los Santos, mantiene viva la tradición del boyeo, herencia de su abuelo, Hernán Picado Ureña. Para ellos, esta forma de vida es un orgullo.
FABIO SOLANO
Fabio Solano Pereira es un boyero de profesión y de vocación. Habitante de Taras de Cartago, él contribuye a mantener viva la tradición del boyeo.
En el video, podemos verlo acostumbrando nuevos bueyes el pasado 18 de octubre del 2020.
ELIÉCER QUESADA
Eliécer Quesada es boyero desde hace 43 años en Paraíso de Cartago. Para él, el boyeo es una tradición muy auténtica y un arte que se hace por pasión.
ANA RUTH NÚÑEZ
Ana Ruth Núñez, proveniente de una familia de boyeros de vocación, nos cuenta dos anécdotas que esta pasión la ha llevado a vivir.
MONSERRAT FALLAS
Monserrat Fallas no solo practica la tradición del boyeo, sino que además la inculca en toda su familia para que continúe viva por muchos años más.
Conozca su historia en este video.
GERARDO MONGE
Gerardo aprendió a andar con bueyes gracias a su padre. Toda su vida la ha dedicado al trabajo con estos animales en Llano Grande de Cartago, y hoy nos comparte un poco más de sus vivencias en este video.
FREDDY CAMPOS
Freddy Campos nos habla del grupo de boyeros de Hojancha y cómo la pandemia ha afectado las tradiciones de esta agrupación. Entérese de sus vivencias en este video.
URIEL ALPÍZAR Y EL TRAPICHE ATENIENSE
Don Uriel Alpízar ha sido trapichero por naturaleza desde su infancia, como dice él. Aprendió a trabajar con su padre, Célimo Alpízar Ramos, y su abuelo Santiago Alpízar, quienes a lo largo de los años tuvieron varios trapiches. El último, recuerda Uriel, fue de motor y lo quitaron por ahí de los años 80. No obstante, él siempre quiso tener su propio trapiche.
Entonces, por coincidencias de la vida, andaba en aquellos años viendo un ganado en Las Juntas de Abangares, y entre el zacate estrella se dio un tropezón. Pensando que era una piedra, le entró curiosidad, pero al apartar las plantas descubrió un tesoro. El propietario de la finca tenía en el abandono un trapiche. Botadas entre la maleza estaban las 3 masas y la base del volador.
Sin más dudas, le preguntó al señor que si vendía aquellas joyas. Llegaron a un trato y ya han pasado varios años desde entonces, pero Uriel dice que si la memoria no le falla, en esa época pagó por el trapiche la suma de 150 colones y se lo trajo hasta Atenas. Todavía hoy, esa es la fuente de trabajo de este trapichero, que siempre ha trabajado con bueyes en su faena.
Uno de los mayores orgullos de Uriel es su carreta, una reliquia de más de 100 años de uso constante, que hoy solamente se emplea en desfiles.
