Durante casi año y medio, el sonido más constante en el oído de Laurenth Quirós Román es el pitido de las máquinas a las que están conectados los enfermos más graves por covid-19.

Ese pitido marca esperanza, pero también tristeza y frustración. Si el sonido se apaga es señal de que también se apaga una vida. Y cuando se apaga una vida, dice Laurenth, “sabes que detrás hay una familia quebrantada, dolida por un padre, por una madre o por un hijo que han perdido”.

Laurenth Quirós (derecha) es terapeuta respiratoria en el área de covid para pacientes críticos del Hospital Max Peralta de Cartago.

Laurenth es terapeuta respiratoria de área covid donde se atiende a los pacientes más graves en el Hospital Max Peralta de Cartago.

Después de tantos días en el frente de batalla, el 12 de mayo, Laurenth hizo una breve pausa para compartir unas palabras de lo que siente y ha vivido en estos largos meses.

De sus palabras se puede inferir que ha visto partir a toda clase de personas, algo que no deja de asombrarla.

“Lo que más me ha impactado es ver que la covid no respeta. No respeta sexo, religión, clase social, edad ni nada”, dice.

El amor a su trabajo y la satisfacción de ver a un paciente recuperado son en parte el combustible que le permite seguir, aún cuando siente que ya sus fuerzas no dan.

“En este lugar se encierran una serie de sentimientos encontrados. Ves a tus pacientes evolucionar, algunos de buena manera y otros no como todos desearíamos (…) He visto muchas veces a pacientes despedirse de sus familias, quizá por una llamada telefónica o por una vídeo llamada. Tragas grueso y piensas que jamás te gustaría estar en la posición de ese paciente o o sus familiares”, confiesa la especialista.

Publicidad Aproveche la mejor conexión en Fibra Optica para su empresa con RACSA