Son las 2 de la tarde del 21 de mayo de 2021. El el tecnólogo en disección de cadáveres, Walter Vallejos, recién comienza su jornada en el área de Patología del Hospital San Vicente Paúl, en Heredia.
Antes de poner manos a la obra en una de las áreas de mayor desolación del servicio hospitalario, Walter graba un rápido video donde comparte algunos retazos de su labor en medio del asedio de la covid-19.
Al costado, según él mismo lo muestra, está el contenedor. Ahí llegan los cuerpos de los fallecidos por la covid-19. Se pueden albergar 16 cuerpos.
“Lamentablemente ya lo tenemos en uso continúo, todos los días. Estamos teniendo un promedio de cuatro a cinco fallecidos lo cual es muy triste”, dice.
La enfermedad provocada por el coronavirus no solo está causando más muertes, sino que se ha ensañado con otros grupos etarios, lo cual no deja de perturbar a Walter.
“Ya no nos están llegando pacientitos de alta edad, sino que nos están llegando pacientes jóvenes: de 40, 30 y es la parte triste de todo esto”, comenta.

Tal y como lo señala este especialista, el Hospital San Vicente de Paúl, al igual que otros centros hospitalarios del país, se había preparado con un contenedor de cadáveres, pero no esperaba llegar a utilizarlo.
No obstante, con la tercera ola de la covid-19 azotando al país, ese día llegó.
“Esta es la parte más triste de todo lo que tenemos acá, porque la verdad es que en el departamento donde estoy yo se puede decir que no hay victorias, todo es triste. Es la parte más lamentable que tenemos del hospital”, narra Walter tras un reiterado llamado a todas las personas a cuidarse y cuidar a sus familias.
La llegada de la covid-19, cuenta, no solo modificó totalmente sus tareas sino que también aumentó el trabajo.
Actualmente, cada vez que manipulan un cuerpo deben bañarse pues están expuestos al virus, no solo por el fallecido, sino también por sus familiares. “Ante la duda es mejor asumir que todo paciente es covid”, explica.
“Estamos en un ambiente hostil y triste. Uno trata de trabajar lo mejor que se pueda pero es monótono, es cansado, agotador. Estar ante tanta tristeza en el ambiente no es bonito, como les digo, aquí no hay victorias, es fuerte lo que uno maneja acá”, expresa.
Para Walter es duro saber que muchas veces un pequeño descuido lleva al contagio que luego desemboca en tragedia. Por cada vida que se apaga hay una pérdida para una familia, vecinos, amigos, para la comunidad y para el país.
“Cuídense, de verdad, porque no queremos estar acá” se despide Walter señalando la puerta blanca del contenedor.