Por: Ernesto Rivera.

Entubado, con la respiración en un hilo, exhausto, internado de gravedad en el Hospital Militar de Managua o con su cuerpo ya frío, oculto en la morgue y con un certificado de defunción que -probablemente- diría muchas cosas, menos la verdad. 

La foto de Edén Anastacio Pastora Gómez vuelve -como en agosto de 1978- a convertirse hoy en una metáfora que grafica, con nitidez, la vida en Nicaragua.    

La imagen de hace 41 años, cuando Pastora fue el Comandante Cero y dirigió la toma del Palacio Nacional, junto a Dora María Téllez y Hugo Torres, era la imagen de una Nicaragua rebelde y romántica. La de un país de gente joven, que se levantaba contra la tiranía de los Somoza y la de una revolución que enamoraba de buenas intenciones a medio mundo. 

Edén Pastora obtuvo asilo político en Costa Rica en 1986.

La de hoy, es la imagen de un anciano de 83 años, internado desde el 2 de junio, con los pulmones colapsados, conectado a un respirador artificial, agonizando en un país azotado por una enfermedad que su propio gobierno se resiste a combatir. 

Pastora es otra vez la imagen de Nicaragua. Esta vez es una imagen triste, la de una sociedad bajo asedio político y sanitario. Invadida por un virus invisible y letal. Un país diezmado por el desconcierto, la falta de información y los estragos causados por lo que -según la Organización Mundial de la Salud- es un brote de contaminación comunitaria de Covid19. 

Una enfermedad cuya letalidad el gobierno y las autoridades sanitarias oficiales se niegan a reconocer y menos a documentar.      

Como su vida, la muerte de Pastora (o su agonía) es contradictoria, secreta, llena de misterios, de aventuras, contrastes, excesos y medias verdades. 

Ayer por la tarde, uno de sus hijos, de apellidos Pastora Briceño, confirmó su muerte al medio digital El Observador; así lo consignó también Tifani Roberts de la cadena televisiva Univisión y fuentes del Hospital Militar se lo dijeron -por la tarde- al periodista Carlos Fernando Chamorro, quien luego corrigió esa información inicial y señaló que dos fuentes médicas le aseguraron que Pastora (ayer sábado 13 de junio)  aún estaba vivo, pero calificaron su situación como “extremadamente crítica”.

Un guerrillero en Alfa Romeo

Como todo en su vida, aquella imagen de 1978, cuando la prensa internacional lo convirtió en el “Comandante Cero”, retratándolo sobre un jeep con boina negra, cinturón de granadas cruzado al pecho y un fusil en la mano, contrasta con la del funcionario de la administración Ortega-Murillo -canoso y próspero- que, en  2017, posó ufano y vanidoso para el diario La Prensa de Nicaragua, paseando por Managua en un Alfa Romeo de colección, rojo y descapotable.   

Entre esos dos Pastora, el guerrillero rebelde y el funcionario de Rosario Murillo que pasea en Alfa Romeo, pasó una larga vida condimentada por la guerra, el espionaje y otros misterios, como su relación con el escándalo Irán-Contras, ocurrido entre 1985 y 1986.

En esos años, un teniente coronel retirado del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, Oliver North, se involucró en una operación que combinó la venta drogas y el tráfico de armas a Irán (en ese momento enfrentado con Irak y un completo adversario político de los Estados Unidos), para eludir una orden expresa del Congreso estadounidense y financiar con ayuda de la CIA las actividades de la contrarrevolución sandinista, uno de cuyos frente lideraba desde el sur, Edén Pastora.   

Desarme y asilo en Costa Rica 

El Edén Pastora que hoy agoniza o está muerto, tuvo -como Daniel Ortega, el presidente al que sirvió durante sus últimos años y al que también combatió en otros momentos-  una larga y contradictoria relación con Costa Rica.

La base de datos del Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica lo recordaba, la noche de este sábado, como el hombre que, en setiembre de 1978, se casó aquí, en San Pedro de Montes de Oca, con la enfermera Yolanda Torres Jirón. 

Yolanda es la mujer que lo acompaña desde 1966, con la que comparte 14 nietos  y quien en los últimos días le aseguró al diario La Prensa de Nicaragua que el “comandante cero” no tiene covid19, sino “bronconeumonía”.    

Antes, mucho antes del Covid-19 o de la “bronconeumonía”, antes del asalto al Palacio y del Alfa Romeo, Edén Pastora tuvo en Costa Rica su época de arponero y pescador de tiburones toro en la  Barra del Colorado, en la frontera noratlántica entre Costa Rica y Nicaragua.  

“Era un pescador atorrante -le dijo Pastora en 2014 al periodista Wilfredo Miranda de  Confidencial de Nicaragua-  pesqué tiburones en 1977 pero en el mar, en la Barra del Colorado (Costa Rica). Y más que pescar los cazaba para vender. Vendía a Costa Rica la posta, la aleta, la piel, el hígado… vendía todo”

Años después, muy cerca de allí, Pastora protagonizó el más sangriento y mortífero episodio sufrido por la prensa costarricense: el atentado de La Penca, ocurrido en mayo del 1984.

Fue en esa localidad del sur de Nicaragua, muy cercana a Costa Rica, a solo 200 metros del río San Juan, durante una conferencia de prensa convocada por Pastora, que explotó una bomba y mató a siete personas e hirió a otras 22.  En esa masacre perdieron la vida la periodista estadounidense Linda Fraser y los costarricenses Jorge Quirós, Evelio Sequeira, y fueron heridos (el mismo Pastora) y los reporteros Nelson Murillo, Edgar Fonseca y Gilberto López, entre otros.    

Hasta ahora ese atentado, sus muertes y sus daños siguen impunes y esperando que Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admita una demanda internacional.

Al fracasar en su intento de derrocar a Daniel Ortega y de colocar a la contrarrevolución en el gobierno, Pastora eligió el territorio costarricense para entregar las armas de la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE). Desde aquí culpó a la CIA de Estados Unidos por el fracaso de todas las operaciones para derrocar al Frente Sandinista.

Era mayo de 1986, tras entregar las armas y protagonizar una breve huelga de hambre, logró obtener en Costa Rica el estatus de asilado político y anunció su deseo de viajar a Madrid para entrevistarse con presidente del Gobierno español, Felipe González. 

El comandante Edén Pastora en una foto publicada por La Voz del Sandinismo en junio del 2017.
El comandante Edén Pastora en una foto publicada por La Voz del Sandinismo en junio del 2017.

En 2010, un Edén Pastora ya entrado en canas y otra vez reconciliado con Daniel Ortega, regresó a la zona de Barra del Colorado, no para cazar tiburones con arpón, sino a protagonizar uno de los incidentes diplomáticos más agrios entre Costa Rica y Nicaragua: la ocupación militar del humedal Isla Calero e isla Portillos.

La ocupación representó uno de los mayores retos que enfrentó la administración de la presidenta Laura Chinchilla Miranda (2010-2014) y culminó, luego de un arduo y costoso juicio internacional, con un fallo de la Corte Internacional de La Haya a favor de Costa Rica y la orden a Nicaragua de retirarse del territorio y pagar $378.890 por los daños y gastos ocasionados.

Hoy, como muchas de las informaciones relacionadas a los efectos de la pandemia en Nicaragua, determinar si Edén Pastora está vivo o muerto es incierto. 

Tal vez a este tiburón de agua dulce aún le queden vidas por gastar pero, como en otras ocasiones, la foto de Edén Anastacio Pastora Gómez, su muerte o la fragilidad de su estado de salud y sus graves problemas respiratorios son, otra vez, la metáfora involuntaria y devastadora de una nación que sufre.   

 

 

 

 

 

Publicidad Aproveche la mejor conexión en Fibra Optica para su empresa con RACSA